"El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrastra, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy ese tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy ese fuego"

~ Jorge Luis Borges



por Carlos Rojas Osorio
Spectres de Marx, Paris, Galilée, l993.

Jacques Derrida nos ofrece aquí un acto de compromiso con el pensamiento de Marx en un momento en que todo el mundo burgués se apresura a considerarlo muerto. Derrida comienza diciéndonos que necesitamos sabiduría. Esta es la ética; la justicia. Derrida nos dice que habla en nombre de la justicia, la cual no puede reducirse ni a la ley ni al derecho. Pero no puede haber justicia sin una política de la memoria. Con ella nos son presentes y vivientes aquellos con los que dialogamos aunque ya hayan muerto. Comenta un texto del Manifiesto del partido comunista en el que Marx y Engels afirman que el espectro del comunismo se cierne sobre Europa. (El término espectro es el más utilizado por Derrida a lo largo de este texto). Esta evocación nos ubica en el momento presente porque Marx es hoy declarado muerto, una figura espectral. Y, sin embargo, con esos supuestos "espectros de Marx" se propone dialogar Derrida.

Refiriéndose al Manifiesto, afirma Derrida: "Ningún texto de la tradición parece tan lúcido sobre la mundialización del curso de la política, sobre la irreductibilidad de la técnica y de la mediática". (: 35) Y pocos textos fueron también tan luminosos sobre el derecho, el derecho internacional y el nacionalismo. "Ningún futuro sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx, en toco caso de un cierto Marx, de su genio, de al menos uno de sus espíritus". (: 35)

El punto de partida es pues la hipótesis de que hay más de un Marx. Sin duda el Marx de una cierta experiencia, la del autor, a lo largo de cuarenta años. Existe hoy un tono apocalíptico de la filosofía que Derrida ha denunciado. Se habla del fin de la historia, del fin del hombre, del fin de la filosofía y obviamente de la muerte del marxismo. Hoy se tiende a despolitizar a Marx, a neutralizarlo. Incluso se acepta el retorno a Marx siempre y cuando se pase por alto su exigencia de transformación del mundo. Se lo convierte en autor consagrado a estudiar en los textos universitarios. Con todo ello se intenta conjurar a Marx. Y sin, embargo, Marx es un"fantasma" que sigue hablando. Derrida cita in extenso unas bellas páginas de Maurice Blanchot donde éste nos dice que hay tres lenguajes en Marx, distintos, y que no son contemporáneos entre sí. "Los lenguajes de Marx". (Cfr. La risa de los dioses) Marx contiene un llamado, una promesa, un performativo originario, la exigencia de justicia. El primero de esos lenguajes es directo y lento, es el trabajo del pensamiento. Esos lenguajes están yuxtapuestos, sin embargo,los necesitamos todos.

El discurso actual está dominado por el neocapitalismo y el neoliberalismo. En l848 ya se hablaba en Europa del fin de la historia, hoy más de un siglo después ese evangelio vuelve a resonar.

Derrida utiliza un texto del Hamlet de Shakespeare donde se habla de los espectros "Shakespeare sabía mejor que nuestros pequeños burgueses cómo el dinero, forma de la propiedad la más general de todas, tiene poco que ver con las particularidades de las personas". (: cit: 75) El oro ha devenido un dios sensible. Esta cultura del dinero genera un mundo de prostitución, de fetichismo y de idolatría.

La tesis XI de Marx según la cual debemos transformar el mundo y no meramente interpretarlo es un performativo. El performativo es una interpretación que transforma aquello que interpreta. Es necesario asumir la herencia viviente de Marx.

Derrida asume la tarea de una crítica del nuevo evangelio neoliberal de Fukuyama: la retórica del fin de la historia. Se trata de un telos de la historia, pero una finalidad ahistórica, porque esa fin ya se ha logrado en la democracia liberal y en el mercado capitalista. Coincide con la prédica del papa sobre la comunidad europea, un super-estado. A Fukuyama le falta un pensamiento del evento. Fukuyama se ve involucrado en dos discursos difícilmente conciliables. Por un lado, la idealidad del ideal de la democracia liberal y, por otro lado, la realidad efectiva de la guerra económica, los conflictos internos de la comunidad económica europea, la polarización entre países ricos y pobres, la "ferocidad de la deuda exterior" y lo que el Manifiesto denomina "la epidemia de la superproducción"(:109). De hecho Derrida dedica un capítulo completo a mostrarnos las usuras o plagas que sufre nuestro mundo.

Esas diez plagas o tabla negra de nuestro mundo lo resume Derrida en:


El paro forzoso;
La incapacidad de dominar las contradicciones del mercado liberal;
El crecimiento de la deuda externa;
el crecimiento y sofisticación de la industria armamentista, la extensión del armamento atómico;
las guerras interétnicas;
el poder creciente de estados fantasmas;
el estado presente del derecho internacional dominado por algunas naciones poderosas.



"En lugar de cantar el advenimiento del ideal de la democracia liberal y del mercado capitalista en la euforia del fin de la historia, en lugar de celebrar el fin de las ideologías y el fin de los grandes discursos emancipatorios, no seamos negligentes jamás con esta evidencia macroscópica hecha de innumerables sufrimientos singulares. Ningún progreso nos permite olvidar jamás, en cifras absolutas, que jamás tantos hombre, mujeres y niños han sido esclavizados, han estado hambrientos y han sido exterminados sobre la tierra". (: 141)

Derrida nos habla de una Nueva Internacional que continuaría con el espíritu de Marx. "Una contraconjura, en la crítica (teórica y práctica) del estado del derechio internacional de los conceptos de Estado y nación, etc., para renovar esta crítica y sobre todo para radicalizarla". (: 142)

Son posibles, añade Derrida, dos interpretaciones de la tabla negra que se ha enumerado. Una de corte idealista, destacaría la distancia infinita que separa lo real del ideal. Otra pone el concepto mismo de ideal " en cuestión."Pero ambas son necesarias y se relacionan e interconexionan.

¿En qué consiste, pues, continuar el espíritu de Marx?
Abordar una crítica social e incluso una autocrítica.
Derrida se opone a las interpretaciones del marxismo francés -Althusser- que separan el marxismo de la teleología y la escatología. (:147) El pensamiento deconstructivo apela a la "irreductibilidad de la afirmación y por tanto de la promesa y de la indescontructibilidad de cierta idea de justicia". (: 147) Derrida quiere permanecer fiel a cierto espíritu mesiánico.
La deconstrucción que Derrida ha estado haciendo no ha podido hacerse sino "dentro de la tradición de un cierto marxismo". (:151) En esta deconstrucción juega un papel importante la economía diferencial, la ética del don, el concepto de exapropiación, el concepto del trabajo y el trabajo del duelo.



En su extenso análisis de la ideología, Derrida indica que Marx recurre frecuentemente a lo fantasmagórico y a la vez privilegia la religión en dicho análisis. Piensa la ideología como religión, como mística y como teología. Lo fantasmagórico es lo propiamente religioso. "El carácter místico del fetiche, tal cual lo señala la experiencia de lo religioso, es en primer lugar el carácter fantasmal". (: 236) Derrida destaca en Marx el carácter irreductiblemente religioso de la práctica ideológica. El recurso al fetiche, a lo místico no es un mero recurso retórico. "La referencia al mundo religioso permite solo explicar la autonomía de lo ideológico, y por tanto su eficacia propia, su incorporación en los dispositivos que no son solamente debidos a una autonomía aparente sino de una suerte de automatización que no es solo al azar". (262) Al parecer, desde que hay producción, hay fetichismo; idealización, autonomización. Lo religioso ofrece la forma paradigmática de la ideología.

Derrida defiende, sin embargo, cierto concepto de lo mesiánico y lo escatológico. "Si el llamado mesiánico pertenece en propiedad a una estructura universal, a este movimiento irreductible de la apertura histórica al porvenir, entonces la experiencia misma y su lenguaje (espera, promesa, compromiso con el evento que viene, la inminencia, urgencia, exigencia de salvación, de la justicia, del más allá del derecho)". (: 266) Lo mesiánico designa una estructura de la experiencia, no es una religión. )Puede concebirse una herencia ateológica de lo mesiánico? El mesianismo también puede ser revolucionario.

"Marx tiende a respetar la originalidad y su eficacia propia, la autonomización y la automatización de la idealidad como proceso finito-infito de la diferencia (differánce) y del simulacro que no es simplemente imaginación". (269). Marx fue crítico en su análisis de la ideología, pero no llegó a la deconstrucción. En efecto, la ideología como representación supone la ontoteología de la presencia. "Representación" remite siempre a algo que está o estuvo presente. La crítica de Marx cuestiona la ideología como representación fantasmagórica, pero dando por su puesto que una verdadera representación remite a lo presente. Y es ahí donde Marx no llegó a la deconstrucción. Por otro lado, si la fantasmagoría se da en la producción mercantil, como parte de ese proceso, Derrida sugiere que en cualquier producción, y no solo en la mercantil, se daría una relación fantasmal.

Derrida alude también a los conceptos de valor de uso y valor de cambio, y explica el análisis que Marx hace de los mismos. Pero hace una observación que es conforme con el método deconstructivo. Este mantiene siempre la tensión de los contrarios. El análisis deconstructivo muestra los casos en que un autor privilega demasiado un concepto a costa de su contrario. En este caso Derrida muestra que el mismo concepto de valor de usa anuncia su contrario, el valor de uso. El valor de uso se convierte en concepto límite. Concepto límite de un comienzo al que quizá no corresponde objeto alguno. Pero el valor de uso sirve para orientar el análisis de cómo lo fantasmal se introduce en el valor de cambio en cuanto mercancía. El valor de uso, sin embargo, se da ya contaminado por su contrario, el valor de cambio. Marx establece la diferencia entre ambos conceptos, diferencia que es valiosa. El fantasma que se introduce con el valor de cambio está ya supuesta en el valor de uso. Es así para quien lleva la mercancía al mercado para el uso de otros. Valor de uso y valor de cambio se distinguen, pero no pueden entenderse sino por relación del uno con el otro. En realidad, como lo dice el propio Marx, el proceso de la mercancía es un proceso sin comienzo ni fin, proceso enteramente circular.

De todos modos, concluye Derrida "Marx todavía no ha sido recibido". Es necesario hacerlo familiar. Me parece que Derrida asume ante todo el mensaje de justicia de Marx. Esto es acorde con su análisis de la justicia en "Force de loi" . La justicia no se agota en el derecho ni en la ley. Derrida la piensa en un sentido mesiánico y escatológico y así mismo la interpreta en Marx. Aunque no compartimos la idea escatológica y mesiánica en la interpretación que el autor hace de Marx, reconocemos, sin embargo, el gran valor de esta obra y el vehemente llamado a continuar nuestra conversación con Marx como una manera de recordar a los ideólogos del neoliberalismo de las graves injusticias que agitan al mundo y que bajo ningún aspecto pueden hacernos sentir como si todo andara de maravillas en la utopía presentista al estilo Fukuyama.

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