"El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrastra, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy ese tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy ese fuego"

~ Jorge Luis Borges



Luis Ramírez: El realismo del giro semiótico de Peirce

por Carlos Rojas Osorio


Luis Ramírez es profesor de Humanidades en la Universidad de Puerto Rico en Carolina; tiene un doctorado en Filosofía de la Universidad Gregoriana de Roma con un excelente estudio sobre el filósofo estadounidense Charles Sanders Peirce: La gramática especulativa en Peirce. Sobre la misma ha publicado numerosos artículos y un magnífico extracto de su tesis doctoral. 

La obra de Peirce es cada vez más estudiada a partir del denominado giro lingüístico; aunque en su caso se trata de un giro semiótico. Desde Aristóteles se sostenía que la palabra es la expresión externa del pensamiento, y que la palabra no se refiere a las cosas sino por la mediación del pensamiento. Las ideas representan a las cosas y las palabras representan a las ideas. En Europa esta tesis se mantuvo casi generalizada hasta el giro lingüístico de Herder, Humboldt y Hamann. Estos pensadores establecieron que es el lenguaje el que organiza el pensamiento, y no al revés como había pensado el Estagirita. En Estados Unidos fue Peirce quien dio este fundamental viraje al afirmar que no hay pensamiento sin signos. Como escribe Luis Ramírez: “Las cosas/objetos deben ser vistos al interno de un gran tejido pansemiótico”. (2002: 25) Al igual que para Aristóteles para Peirce hay un triángulo semántico (o semiótico): las palabras se refieren a las cosas mediando el pensamiento; en el caso de Peirce, el representamen se refiere al objeto mediante el interpretante. Ahora bien, hay un problema que Aristóteles no resuelve. La idea representa intrínsecamente las cosas y las palabras representan a las ideas, pero esta relación entre las ideas y las palabras no es intrínseca sino extrínseca, convencional o institucional. ¿Cómo, pues, podemos pasar de la idea que representa la cosa a la palabra que representa la idea? Yo bien puedo tener una idea en mi mente, pero ¿cómo la comunico a los demás de modo que me entiendan? Si yo mismo invento un signo para comunicar la idea, esto no garantiza que los demás la entiendan. Así que debemos echar mano de las significaciones que ya existen en la lengua que se comparte para trasmitir la idea. O también podría tratarse de una armonía preestablecida entre la palabra y la idea o quizá Aristóteles pensó que la lengua griega es tan perfecta que el significado de cada palabra es ya lo suficientemente esencial (eidético) como para darnos la idea sustantiva que el pensamiento se hace de cada cosa. Lo primero es ininteligible (la armonía pre-establecida, y lo segundo es mera ilusión etnocéntrica o etno-lingüística. De hecho el gran lingüista francés Émile Benveniste ha mostrado cómo lo que en verdad hace Aristóteles es tomar como categorías ontológicas lo que no es más que un estado lingüistico dado de la lengua griega. A este problema respondió Humboldt estableciendo que el pensamiento no pre-existe al lenguaje, sino que es el lenguaje el que organiza el pensamiento. La lengua ordena el pensamiento desde sí misma. Si es así, entonces cada lengua es una acepción del mundo. Lo cual lleva al relativismo lingüístico. El mundo que nos representamos está significado desde cada lengua. Humboldt modera este relativismo recurriendo a un espíritu que a la manera de un sujeto trascendental kantiano estaría equipada para formar la lengua. Ese espíritu sería el mismo para todos los seres humanos del planeta. Ferdinand de Saussure ya no remite a ese sujeto universal, sino que la lengua es un producto social de la comunidad de hablantes. 

La solución de Peirce evita el relativismo lingüístico y es mérito del Luis Ramírez haber enfatizado este modo de solución pues Peirce ha sido interpretado de forma posmoderna o relativista, lo cual no es coherente con su filosofía. La relación de las ideas con los signos se da en esa red pansemiótica de que nos habla Ramírez. No hay una relación inmediata del signo a la cosa, sino que toda relación significa está siempre mediada por el interpretante y esa relación es parte de una cadena ilimitada de interpretaciones. La interpretación es ilimitada tanto como las generaciones humanas que usan de los mismos signos. Peirce expresa esto también de otro modo: cada conocimiento depende de un conocimiento previo. Peirce no denomina convencional a la relación del signo a la cosa (como tampoco Benveniste), sino que interpretó los significados que tienen vida en el uso social como un conocimiento previo sujeto a modificaciones por nuevos conocimientos, o lo que es lo mismo, por nuevos interpretantes. El triángulo semántico de Aristóteles se convierte en una red semiótica o pansemiótica: el universo es un mundo de signos. 

Si el pensamiento depende de la lengua y cada lengua es una acepción del mundo, entonces hay tantas visiones del mundo como lenguas. Tal la perspectiva de Humboldt. Peirce afronta de otra manera la relación del signo con la realidad. Peirce recurre al realismo medieval para cortar el nudo gordiano del relativismo. Y este es el problema fundamental que aborda Luis Ramírez en su trabajo sobre la gramática especulativa de Peirce. “El ejercicio de gramaticalización como categorización formal y normativa válido para toda representación de la cognición tenía como objetivo modernizar la adequatio rei et intellectus, poniéndola al servicio del razonamiento científico”. (2002: 43) Básicamente la tesis de Peirce es que los signos sí representan la esencia de las cosas. Lo novedoso de la tesis es que esa representación semiótica de la realidad se da en el largo plazo. La realidad estaría representada por aquellas creencias que una comunidad final de interpretación estaría dispuesta a defender. También es novedosa la interpretación realista de las leyes de la naturaleza. Éstas no serían meros flatus vocis o convenciones como pretende el nominalismo, sino que su significado es real; la universalidad o alta probabilidad se da efectivamente en la naturaleza. La prueba de ello es que mediante dichas leyes el científico se permite predecir. Si su predicción acierta es porque es porque esas leyes son verdaderamente reales y no ficciones. Peirce parte del presupuesto, nos dice Ramírez, de “que los universales son reales, y que se actualizan como hábitos condicionales, tendencias intencionales (would be) predicados, nombres comunes, leyes generales”. (44) Esta aplicación del realismo a la ciencia es, pues, una de las grandes novedades de Peirce. Esta solución de Peirce lo aleja de todo posible posmodernismo, a pesar de que se lo haya interpretados dentro de esta perspectiva.

Un gran crítico de la intuición es Charles S. Peirce. Su tesis fundamental es que todo pensamiento está basado en signos. No hay una intuición ni en el sentido empirista ni en el sentido racionalista. Contra el empirismo afirma que toda percepción sensible es ya un signo, y que todo signo depende de otro signo, remite a otro signo. Contra el intelectualismo (Descartes, Platón, Aristóteles, etc.,) niega que haya principios entendidos como una intuición intelectual. Sería así porque para Peirce lo que se suele denominar intuición es un conocimiento que no está determinado por otro conocimiento. No hay objetos exteriores que determinen al pensamiento, pues éste se mueve en la ilimitada red sígnica. No hay términos últimos en el proceso ilimitado del pensamiento, ni por el lado de lo sensible ni por lado de lo intelectual; estamos siempre en un universo de signos. Vemos las cosas como en un espejo, citando a San Pablo: Videmus nunc per speculum in aenigmate. La realidad es una fuente inagotable de significación. El pensamiento no es instantáneo, requiere del curso del tiempo. Todo pensamiento debe ser interpretado por y para otro pensamiento. No hay un conocimiento primero que preceda al signo; el proceso es continuo y temporal. Tampoco hay una cosa en sí incognoscible. Pues el proceso de significación e interpretación se continúa ilimitadamente y la realidad es la verdad que una comunidad en el largo plazo estaría dispuesta a defender como la opinión verdadera. Todo queda remitido al futuro. “La existencia del pensamiento depende ahora de lo que va a ser después; de manera que solo tiene una existencia potencial, dependiendo del pensamiento futuro de la comunidad”. (EP1. 54-55. Traducido por Luis Ramírez). Paradójicamente, Peirce difiere de Platón en cuanto rechaza la intuición, pero está en acuerdo con él en cuanto la realidad es lo que es independientemente de nuestras opiniones y pensamientos. Lo universal para Platón existe en la naturaleza, y para Peirce las leyes generales de que habla la ciencia son reales, existen en la naturaleza. “Es real lo que tiene tales y tales caracteres, independientemente de que alguien piense que los tiene o no”. (CP 5. 430)

Ramírez es enfático en aclararnos qué significa el pragmaticismo de Peirce. Pragmaticismo, y no pragmatismo que es la invención de William James. La máxima del pragmaticista reza as “Considérese qué efectos pudieran tener concebiblemente alcance práctico, concebimos que tenga el objeto de nuestra concepción. Entonces, nuestra concepción de esos efectos es nuestra concepción integral del objeto”. (CP 5. 402) Se trata, nos dice Peirce, de cómo clarificar nuestras ideas; claridad cartesiana, agrega Ramírez, de ideas inconfundibles y reconocibles hasta llegar al máximo de distinción. Sabemos el significado de la palabra ‘fuerza’ por los efectos que produce y de ese modo sabemos que existe. Si queremos aclarar nuestras ideas, lo mejor es considerar los hábitos que una idea genera, porque esos hechos prácticos son los verdaderos intérpretes del pensamiento.

Luis Ramírez nos dice que el filósofo estadounidense lidió toda su vida con el mismo problema, y que las distintas soluciones que propone son un volver sobre lo mismo. Básicamente quería salvar la objetividad del conocimiento humano científico y filosófico sin desconocer la realidad sígnica del pensamiento. No obstante, Ramírez hace algunas observaciones críticas. Primeramente, subraya a lo largo de su tesis la importancia del concepto de Dios en la obra del filósofo, pero al mismo tiempo subraya que se trata de un recurso filosóficamente gratuito. “Encontró un presupuesto filosóficamente gratuito para fundamentar su noción de los universales: la mente de Dios”. (64) A mi modo de ver, esta posición de Peirce lo acerca de la filosofía teológica de San Agustín. Para éste los universales no están en un topos uranoi, como diría Platón, sino que están en la mente de Dios. Peirce reitera la definición de signo que dio el obispo de Hipona: Aliquid stat pro aliquo. Aquello que está por otra cosa”. Para el sabio cristiano las palabras remiten a las ideas (verbo mental) y el verbo mental remite al verbo divino. Las ideas están en la mente divina y de ahí toman su modelo las cosas en su existencia física. Ramírez explica esta tesis en Peirce: “Signos escritos de signos hablados, de signos de conceptos de signos de esencias, de signos de ideas o universales puros y reales que emanarían originariamente de la mente de Dios; garantía de su objetividad veritativa”. (50) No hay que olvidar que Duns Scoto, a quien explícitamente.

se refiere Peirce, es, como buen franciscano, seguidor del pensamiento filosófico y teológico de San Agustín. Ni es extraño que Agustín haya sido señalado por Todorov como el primer semiólogo o tratadista de los signos. 

La segunda observación crítica que hace Luis Ramírez es que Peirce tendió a darle cada vez más importancia a la retórica, o lo que es lo mismo, al aspecto figurativo del signo y que ello crea una tensión con su intención primordial de una semiótica cognitiva. Dado que el Representamen es una cualidad material, es el significante, entonces, Peirce se da cuenta de que difícilmente podemos prescindir del aspecto sensible o figurativo del signo, pero esto lo lleva a los tropos de la retórica. Ello en conflicto con su intención original, como bien explica Ramírez, el conocimiento en las ciencias naturales. La otra crítica se refiere al cientificismo que Ramírez detecta en Peirce. La preocupación principal fue la de construir una tabla periódica de los signos a imitación de la tabla periódica de los elementos de la química. De ahí ese esfuerzo incansable de Peirce de posibles combinatorias de signos: la más extensa llega a 59,049 clases de signos (cfr. p. 89) El énfasis final en la retórica llevaría a Peirce más allá de su interés originario en la ciencia. Pero hoy sabemos, y lo ha mostrado el pensamiento tardomoderno, que hay –o puede haber- retórica también en el discurso científico.

Sobre el estudio de Luis Ramírez de la Gramática especulativa de Peirce declara Manfred Kerkhoff: “Sin duda alguna, Luis Ramírez, con este enorme ‘monumeto semiótico’ que merece todo nuestro respeto, se ha erigido desde hoy en uno de los especialistas mundiales en los estudios peirceanos, y tiene, como consecuencia, por delante una gran carrera en el ámbito semiótico internacional que identifica en su presentación como “el gran sistema pansemiótico”. (Kerkhoff 2004: 140) Por su parte Eduardo Forastieri Braschi anota: “No exagero cuando afirmo que esta tesis, que ojalá sea un libro traducido a varias lenguas, es una obra de consulta indispensable”. (Forastieri, 2004: 147)




Sobre la condición humana

El tema de la condición humana lo trata Luis Ramírez en la conferencia de apertura del IV Congreso de las Humanidades (agosto de 1999) y lleva por título: “Las razones del poder y los poderes de la Razón dentro de los límites de la condición humana”. Razón y poder tienen en común el afán de dominio. Este afán de dominio nace de la misma condición humana y específicamente de sus límites. Las carencias muestran la finitud de la condición humana. Se expone un doble significado de razón. “Razón como una facultad o capacidad potencial y cualitativa de posesión y dominio (de la verdad sobre la mentira; discursivo (del logos); la razón como un ejercicio (método, procedimiento, o guía autónoma) activo y cuantitativo de dicha facultad potencia (que elabora argumentos discursivos). (2004: 13)

En cuanto al poder también se nos ofrece una doble significación. “El poder como una facultad potencial y cualitativa del ser humano para poseer y dominar (de transformar o someter cosas); y el poder como un ejercicio activo y cuantitativo de dicha facultad potencial”. (12) El poder instrumental responde a las carencias corporales. El cuerpo no es autosuficiente y necesita de cosas exteriores para sobrevivir. La razón se esfuerza en el dominio sobre la ignorancia y a voluntad de superar la duda. La mente tampoco es autosuficiente, y por ello necesita conocimientos para comprender y actuar con eficacia. 

Razón y poder no coinciden en su significación pero sí en su intención de dominio. La finitud y el límite son características de la condición humana. En su estudio de la razón y el poder en los límites de la condición humana, Ramírez nos dice que sigue un método semeiótico-hermenéutico. La finitud de la condición humana se muestra en una triple desnudez: corporal, emocional y mental. “A la cultura en un sentido amplio, le identifico como el proceso interrelacional mediante el cual los anhelos de afán y de dominio procurarán satisfacer las carencias y apetencias de aquella triple desnudez”. (2004: 14)

La actividad humana se realiza en varios modos de comportamiento: práctico utilitario, lógico-especulativo, estético-contemplativo y ético-normativo. El comportamiento práctico utilitario se orienta hacia el dominio de la naturaleza. La conducta lógico-especulativa se dirige hacia la comprensión de las cosas por medio del mito, la ciencia y la filosofía. La conducta estética contemplativa se orienta hacia la expresión de la subjetividad. Y el comportamiento ético-normativo tiene como finalidad la regulación valorativa de los actos e incluye además de la moral, la política y la economía. Cada una de estos cuatro modalidades de comportamiento puede ser descrito en forma instrumental o trascendental.

El dominio es un instrumento que hace funcionales las cosas necesarias para la sobrevivencia. La dimensión trascendental del dominio de la naturaleza se constituye en la red o sistema de leyes de la naturaleza que rigen el acontecer natural e incluso nuestro lugar en el mismo. La relación con los otros seres humanos se presta muchas veces para una relación instrumental de dominio. “Podemos obtener la satisfacción de nuestras carencias y de nuestras apetencias ya sean de naturaleza sexual, contemplativa, laboral, comunicativa, solidaria”. (2004: 16) Y al revés, el otro ser humano puede obtener satisfacción de sus necesidades y carencias bajo el modo instrumental de dominio. Esto genera conflictos, resistencias, aceptación y gozo, mandato u obediencia. En su dimensión trascendental este modo de comportamiento con el otro puede plantear interrogantes relacionados con la humanidad, la dignidad humana o la bondad y maldad. 

El comportamiento mediado por el lenguaje busca la eficacia en la comunicación. Con el lenguaje nos relacionamos con los otros. Hay funciones primarias del lenguaje: nombrar las cosas, dar órdenes, expresar estados subjetivos, describir cualidades, etc. La dimensión trascendental del lenguaje plantea cuestiones básicas como la elación entre el pensamiento y el lenguaje, la relación entre el lenguaje y la realidad, o la relación entre la conciencia intencional y la acción intencional, etcétera. “El circuito comunicativo, el ejercicio de semeiosis, entendido como el proceso con el que generamos interpretaciones de las significaciones de las representaciones, revele que las estrategias unilaterales de dominio, tanto del poder como la razón, se valgan entre otras cosas de la ficción, la ideología, la mentira, la manipulación, el chantaje, el simulacro, el imaginario, la poca vergüenza, las chanchullerías, la fuerza de cara y, en balance, la estupidez, vaciando de contenido significativo viejas formas, aunque conservándolas solo en su apariencia ” (19) 

Luis Ramírez expone una larga serie de autores que van desde Homero hasta Foucault, desde el autor del génesis bíblico hasta Camus que reflexionan sobre la naturaleza del omnipresente conflicto humano. Para el poema del Gilgamesh la humanidad fue creada de la sangre de un guerrero, por eso el conflicto, la violencia, la servidumbre es parte de nuestra naturaleza, y el hombre debe aceptar ese destino. Para el Génesis bíblico el conflicto nace de la rebelión por haber perdido el fruto del árbol de la vida. El hombre recibe el mandato de dominar la tierra, pero parece que hubiera entendido que también debía someter a los otros. En los poemas homéricos el conflicto es también natural a la condición humana. El mito de Prometeo enseña que el conflicto nace de la voluntad humana de superar nuestra condición animalesca. Sófocles nos dice que el hombre no tiene dominio sobre la muerte, lo cual le perturba y cae en la hybris, desmesura y soberbia de donde surge el conflicto. Heráclito supone que la guerra es el padre y señor de todas las cosas. Dios mismo es guerra y paz. Calicles presenta el conflicto como resultado de la rebelión de las masas contra los poderosos que son lo s que tienen el buen juicio. Sócrates ve el origen del conflicto en la ignorancia. Para Platón nace el conflicto de mantenernos atrapados en el cuerpo sensible sin el esfuerzo de ascensión espiritual. Cicerón postula como origen del conflicto las malas costumbres que se alejan de la recta razón. Jesús enseña que el conflicto nace de un corazón endurecido que hace del mundo una batalla entre los buenos y los malos. Dante presenta el conflicto originándose en un mal uso del libre albedrío. “Para Nicolás Maquiavelo el conflicto surge cuando los nacidos para obedecer se resisten ante los nacidos para mandar”. (22) Para Hobbes el hombre es un lobo para el hombre, por lo cual necesita de un poder capaz de regular las pasiones humanas. En Hegel es la subjetividad individual la que origina el conflicto en cuanto retrasa y obstruye el desarrollo del espíritu objetivo y el espíritu absoluto. Marx percibe la fuente del conflicto en la inequidad de la relación del valor trabajo con respecto al valor de intercambio. Para Darwin el conflicto nace en la lucha por la supervivencia donde ganan los más fuertes y obliga a los otros a abandonar la partida. Nietzsche estatuye que el conflicto nace de la represión de unos contra el impulso vital, la afirmación de la vida. Para Freud hay una lucha entre eros y thánatos. Hay una tendencia natural a la auto-destrucción. Albert Camus presenta el conflicto originándose en el divorcio entre la vida natural y el hombre. Para Sartre el conflicto es inherente a la existencia misma. Para Foucault el conflicto surge de las relaciones de poder y para Saramago el conflicto parece extenderse hasta las mismas raíces de la relación del hombre con la divinidad. 

Aunque el autor no se compromete con ninguna de estas teorizaciones del conflicto, sí observa que hay algunos invariantes. “reconocer que nuestros conflictos con el mundo, con los otros y con el lenguaje”. (23) Lo que está claro es la capacidad de actuar intencionalmente pues hay un margen básico de conciencia, libertad y voluntad que son propias de la condición humana. La condición humana tiene capacidad de autoconciencia, auto-emancipación y autodeterminación. 

Ramírez postula una axiología crítica afirmada desde la dimensión trascendental que rescate “el significado y el sentido del anhelo y el afán de dominio, aún dentro de los límites de la condición humana”. (23)

Para Hobbes el hombre es un lobo para el hombre, por lo cual necesita de un poder capaz de regular las pasiones humanas. En Hegel es la subjetividad individual la que origina el conflicto en cuanto retrasa y obstruye el desarrollo del espíritu objetivo y el espíritu absoluto. Marx percibe la fuente del conflicto en la inequidad de la relación del valor trabajo con respecto al valor de intercambio. Para Darwin el conflicto nace en la lucha por la supervivencia donde ganan los más fuertes y obliga a los otros a abandonar la partida. Nietzsche estatuye que el conflicto nace de la represión de unos contra el impulso vital, la afirmación de la vida. Para Freud hay una lucha entre eros y thánatos. Hay una tendencia natural a la auto-destrucción. Albert Camus presenta el conflicto originándose en el divorcio entre la vida natural y el hombre. Para Sartre el conflicto es inherente a la existencia misma. Para Foucault el conflicto surge de las relaciones de poder y para Saramago el conflicto parece extenderse hasta las mismas raíces de la relación del hombre con la divinidad. 

Aunque el autor no se compromete con ninguna de estas teorizaciones del conflicto, sí observa que hay algunos invariantes. “reconocer que nuestros conflictos con el mundo, con los otros y con el lenguaje”. (23) Lo que está claro es la capacidad de actuar intencionalmente pues hay un margen básico de conciencia, libertad y voluntad que son propias de la condición humana. La condición humana tiene capacidad de autoconciencia, auto-emancipación y autodeterminación. 

Ramírez postula una axiología crítica afirmada desde la dimensión trascendental que rescate “el significado y el sentido del anhelo y el afán de dominio, aún dentro de los límites de la condición humana”. (23)

Estos trabajos académicos de Luis Ramírez sobresalen por su excelencia. Su importante estudio sobre la Gramática especulativa de Peirce constituye una contribución de primer orden al estudio de la semiótica peirciana. Se trata de un trabajo escrupuloso que va siguiendo el hilo cronológico de la evolución del pensamiento del filósofo estadounidense y que resulta muy revelador para comprender no solo su desarrollo sino también la coherencia de su pensamiento. Como han señalado Manfred Kerkhoff y Eduardo Forastieri, con este importante estudio Luis Ramírez entre en el especializado grupo de auténticos conocedores de la obra del filósofo más importante que haya dado la cultura estadounidense. 

BIBLIOGRAFÍA


Luis Ramírez, Gramática especulativa en Charles Sanders Peirce, Roma, Extractos de la tesis para el doctorado en Filosofía, 2002.

_____ “La ‘adequatio rei et intellectus’, como presupuesto filosófico de la semeiótica cognitiva de Charles Sanders Peirce”, La Torre, §23. Nueva Época, 2002.

_____ “Gramática especulativa en Charles Sanders Peirce”, Carolina: Humanismo & Tecnología, vol. 6, 2004.

_____ “Las razones del poder y los poderes de la razón. Una reflexión sobre la condición humana”, Carolina: Humanismo & Tecnología, vol. 6, 2004.

_____ “De sombras y silencios”, Carolina: Humanismo & Tecnología, vol. 6, 2004.

_____ “El retorno de Polifemo”, Carolina: Humanismo & Tecnología, vol. 6, 2004.

_____ Lógica como semiótica cognoscitiva en Charles Sanders Peirce”, Dialogos, §83, 2004.

_____ “Charles Sanders Peirce: semeiosis y ‘ocasión oportuna”, Diálogos, §90, 2007.

Comentarios

Eduardo Forastieri Braschi, “Gramática especulativa en Charles Sanders Peirce”, Carolina: Humanismo & Tecnología, vol. 6, 2004.

Manfred Kerkhoff, “Un Mo(nu)mento semiótico”, Ibid.

Carlos Rojas Osorio, “El giro semiótico de Peirce”, ibid.

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