"El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrastra, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy ese tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy ese fuego"

~ Jorge Luis Borges

Dennis Alicea, Los rostros de la crítica. Ensayos filosóficos, San Juan, Callejón, 2010. 

por Carlos Rojas Osorio

El autor examina, primeramente, el significado de la crítica y toma en consideración la crítica según la piensa Kant, Hegel, Marx y el pragmatismo. Sugiere que lo que a veces se denomina ‘pensamiento crítico’ en las agendas educativas es superficial, escolar y sin verdadero agarre teórico. Quizá por ello el autor alude brevemente a los tipos de crítica mencionados. Kant plantea la crítica como reflexión sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento humano. Hegel aporta un esquema histórico al cual debemos referir siempre nuestras ideas, valoraciones e instituciones. Marx agrega un análisis social basado en la lucha de clases y las ideologías en que se proyectan. Alicea considera que se ha despachado demasiado fácilmente el marxismo después del fin del socialismo real; considera que es necesario rescatar muchos textos de Marx y leerlos críticamente, más allá de los dogmatismos a que nos acostumbró cierta escolástica del socialismo real. Esta idea se repite varias veces en otros capítulos. Se trata de una posición que sin ser marxista no se fanatiza en contra de todo lo que parecería ser pasado reciente. La crítica pragmatista nos alerta en contra de la metafísica y la especulación.



Parecida a la posición con respecto al marxismo, es su posición con relación al posmodernismo, excepto que desarrollada con mayor amplitud y cierto detenimiento en el análisis. Entre los autores posmodernos incluye a Lyotard, Deleuze, Foucault, Derrida y Rorty. Sin ser posmoderno, Alicea considera que es saludable acoger muchas de las críticas que el posmodernismo hace al modernismo. En especial, los absolutos que la modernidad había tenido como tales, son hoy ampliamente cuestionados: la verdad absoluta, la certeza absoluta, la objetividad absoluta. Pero, aunque se cuestione la verdad absoluta, Alicea considera, con razón, que no podemos rechazar toda búsqueda de la verdad ni un criterio fiable de la misma. Asimismo, la certeza completa que Descartes, al inicio de la modernidad, exigía, ya no la buscamos. Es preciso reconocer que son muchas las incertidumbres que atraviesa nuestro conocimiento de lo real. La tesis básica de Alicea es que muchas de estas críticas, con frecuencias exageradas, que hace el posmodernismo ya habían sido anunciadas por modernos críticos como Marx, Nietzsche, Freud, Adorno, etc. El posmodernismo es una filosofía parasitaria del modernismo. Se complace en las lagunas que dejó la modernidad. Una de las versiones que dio Lyotard del posmodernismo, considera que se trata de una relectura crítica de la modernidad. Alicea se adhiere a esta tesis. En cambio, no considera fiable el concepto de metarrelato, o gran relato, que Lyotard utilizó en su primera definición del posmodernismo. Pues, como expresó Vattimo, el posmodernismo podía convertirse también en un gran relato. Por otra parte, Alicea considera que no hay por qué despreciar los relatos con ambición totalizadora. Pues, aunque nuestro conocimiento de la realidad sea fragmentario, el esfuerzo de integrar los conocimientos en una unidad y totalidad es meritorio. Adorno fue un crítico severo de los esfuerzos de totalización, y en especial de la totalidad hegeliana. Marx desenmascaró las sombras ideológicas que subyacen a muchas verdades o supuestas verdades. Freud fue crítico del racionalismo moderno. De modo que el posmodernismo se beneficia de esas lecturas críticas que algunos modernos practicaron.

El posmodernismo se ha basado en el giro lingüístico. Y no hay duda de que el lenguaje no es un medio exterior al pensamiento, sino que pensamos con el lenguaje y desde el lenguaje. Después de reconocer esta verdad, Alicea pasa a afirmar categóricamente que, sin embargo, esta idea de la mediación del lenguaje, no puede llevarnos a eliminar toda referencia a la realidad. El conocimiento humano no se agota en la mediación lingüística por importante que sea, sino que debe ir a las cosas mismas. El lenguaje tiene sentido y referencia. Critica a Derrida por su afirmación según la cual “no hay nada fuera de texto”. Sin embargo, esta tesis para Derrida, no significa lo que Alicea da a entender, esto es, negación de la referencia del lenguaje a las cosas. Es verdad que en la forma que Alicea la interpreta así mismo ha sido (mal) interpretada innúmeras veces. Pero el fundador del deconstruccionismo ha recalcado que es una falsificación de lo que él mismo ha dicho. Derrida no niega ni el sentido ni la referencia. “Hay que evitar en efecto, que la crítica indispensable de cierta ingenua relación al significado o al referente, al sentido o a la cosa, no se fije en una suspensión, hasta una supresión pura y simple del sentido y de la referencia”. El significado de “nada hay fuera de texto” es otro: sobre cualquier cosa que escribimos ya se ha escrito algo, y lo que hacemos es insertarnos en la interminable red de la escritura. Ya lo decía Miguel de Montaigne en el Renacimiento: “no hacemos otra cosa que glosarnos”. Derrida protesta porque se lo considera un idealista lingüístico. Alicea alude brevemente a la tesis de Foucault acerca de la relación entre verdad y poder. Considera que es una idea fructífera y que nos ayuda a entender dominaciones que han querido imponer la verdad desde los aparatos del poder como el nazismo y el estalinismo. Hace, sin embargo, una objeción a Foucault en el sentido de que la verdad misma no puede definirse como poder, aunque se haga un uso de ella en ese sentido. Lo que no dice Alicea es que Foucault respondió por adelantado a esa objeción. En el mismo ensayo de donde Alicea toma la cita de la relación entre verdad y poder, escribe Foucault. “Desde luego, si uno se sitúa en el nivel de una proposición, en el interior de un discurso, la separación entre lo verdadero y lo falso no es ni arbitraria, ni modificable, ni institucional, ni violenta”. De hecho Foucault tuvo que reaccionar varias veces ante la simplificación de que era objeto su tesis.

También sobre Gilles Deleuze, Alicea opina que menosprecia la voluntad de verdad. Curiosamente Deleuze tiene una definición empírica de la verdad. “La relación de la proposición con lo que designa, en tanto que tal relación se efectúa, se encuentra constituida en la unidad del sentido.” Y concluye: “El sentido es la génesis de la producción de lo verdadero, y la verdad no es más que el resultado empírico del sentido”. A Dennis Alicea le interesa la idea deleuziana de la filosofía como creación de conceptos, pues a lo largo del libro hace énfasis en la importancia de la imaginación y la creatividad como parte no solo del arte sino también de la ciencia y la filosofía.

Aparte de estas objeciones que he presentado (la referencia a la verdad en Foucault, al ‘fuera de texto’ de Derrida y a la verdad en Deleuze) considero que las objeciones que hace al posmodernismo son válidas y básicamente estoy de acuerdo con el autor.

Dennis Alicea dedica un capítulo del breve libro al concepto y la metáfora. La ciencia y la filosofía le han dado preferencia al concepto; en cambio, el arte y la literatura le han dado la primacía a la metáfora. El autor defiende una mayor contaminación de ambos. Hay cruces entre concepto y metáfora. Un pensamiento puramente conceptual resulta rígido y formalista. La metáfora introduce estilo, riqueza y variedad en el lenguaje incluso en la filosofía. Ni siquiera la ciencia prescinde de metáforas.

En la misma línea de pensamiento, Alicea defiende la importancia de la imagen en el desarrollo de nuestro pensamiento. La imagen contribuye al conocimiento de la realidad. No es verdad que partimos para conocer lo real de datos o hechos, lo cierto es que partimos de imágenes. La imaginación juega un papel en el conocimiento humano tan importante como el entendimiento. Alicea hace referencia a las imágenes de la fotografía. La imagen fotográfica habla por sí misma. Aunque no evita la interpretación, la fotografía devela un mundo. Y hasta podemos hacer una historia del mundo solo a base de imágenes fotográficas.

En el último y breve capítulo, nuestro autor retoma la idea de la filosofía. Repasa lo que dice Lyotard y Deleuze. Para Lyotard la filosofía es la búsqueda de paralogías. Atrás quedan los metarrelatos y ahora se trata de indagar en dónde las cosas del saber no funcionan, pues solo así puede progresar. Para Deleuze la ciencia establece funciones; el arte sensaciones, y la filosofía es creación de conceptos. Alicea piensa que la filosofía se moviliza con la imaginación, el entendimiento y el lenguaje, pero lo principal es nuestra comprensión de la realidad por fragmentaria que sea. La filosofía existe en tensión dialéctica entre la ciencia y el arte. El positivismo y el neopositivismo pretendieron establecer solo la relación de la filosofía con la ciencia. Husserl también ha pretendido establecer la filosofía como una ciencia. Alicea considera que quizás la relación más interesante sea la de la filosofía con el arte.

Podemos concluir que el autor de este libro se ubica cómodamente en el pensamiento moderno, sin dejar de acoger algunas críticas del posmodernismo que nos ayudan a ser más reflexivos y a no caer en ilusiones metafísicas y especulativas. Sin ser marxista, acoge de buena fe ideas del mismo; sin ser posmoderno, acoge de buena gana algunas de sus ideas. Viceversa, acogiendo algunas ideas del posmodernismo, no deja de ser un buen pensador bien asentado en la herencia moderna de la filosofía y la ciencia.

[1] Dennis Alicea, Los rostros de la crítica. Ensayos filosóficos, San Juan, Callejón, 2010.
[1] Jacques Derrida, Posiciones, Valencia,  Pre.textos, 1977,  p. 87
[1] Michel Foucault, El orden del discurso, Tusquets,  2002, p. 19
[1] Gilles Deleuze, Diferencia y repetición, Madrid, Ed. Júcar, 1988, p. 257.

[1] Dejo de lado la cuestión taxonómica de a quién considerar posmoderno o no. De hecho ni Foucault ni Deleuze aceptaron nunca ser posmodernos. Foucault explícitamente rechaza el concepto. 

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